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jueves, 3 de noviembre de 2011

Los Dogones

La ciencia perdida de los dogones

Los dogones, una tribu poco desarrollada de Mali que ya sorprendió a los antropólogos a principios del siglo pasado por sus extraordinarios conocimientos sobre la estrella Sirio, vuelven a ser noticia por un hallazgo científico de envergadura: al parecer, sus complejos mitos contienen información avanzadísima sobre la estructura de la materia. Un libro del autor de este reportaje, publicado en Estados Unidos, desvela el misterio.
por Laird Scranton
La mitología encierra todavía fascinantes misterios para la humanidad. Es una herencia común que subyace en todas las épocas, atrayéndonos como las sirenas griegas a los pescadores. Sus elementos son como un rompecabezas desgastado que se ha ido transmitiendo de una generación a otra. Y es que hubo una época en que el mito estaba nuevo y completo, pero ahora le faltan piezas clave. Lo peor es que ni siquiera los fragmentos que han sobrevivido permanecen intactos, de forma que cuando los examinamos desde una perspectiva moderna nos parecen desordenados y revueltos. Y para confundirnos todavía más, a veces una pie­za inesperada del rompecabezas mitológico de una región del mundo parece encajar perfectamente en la mitología de otra.

Mitos dogones y egipcios
Eso es exactamente lo que ocurre con la cultura, lenguaje, religión y mitología de la tribu de los dogones en Mali y las del antiguo Egipto. El descubrimiento de una trayectoria mitológica común entre ambos pueblos me llevó a utilizar sus mitologías como fuentes de comparación, descubriendo tras ellas cosas increíbles. Evidentemente, no podía olvidar que los dogones se habían hecho famosos en todo el mundo a causa de sus “mitos científicos” sobre la estrella Sirio, y me pregunté si el resto de su sistema de creencias encerraría otros saberes técnicos imposibles para su grado de desarrollo.
En los años setenta, Robert Temple popularizó estas cuestiones en el libro El misterio de Sirio. En él sugería que los dogones estaban en posesión de un conocimiento inexplicado en materia de astronomía ya que conocían la estructura del sistema estelar siriano sin disponer de avanzados sistemas ópticos. Aquellas teorías de Temple trataron de ser rebatidas por el astrónomo norteamericano Carl Sagan y el antropólogo belga Walter Van Beek, que no creían que los mitos dogones reflejaran un saber “heredado” de antiguos viajeros espaciales venidos de Sirio, pero el misterio se ha mantenido hasta hoy.
Por eso, la tarea de desentrañar la verdad de los mitos dogones exigía comprender su estructura íntima. A tal fin me dirigí a los escritos de los antropólogos franceses Marcel Griaule y Germaine Dieterlen. Ambos vivieron y trabajaron entre los dogones en las décadas de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado, y publicaron dos importantes trabajos en los que se han inspirado todos los estudios posteriores: Conversaciones con Ogotemeli, un diario de Griaule que recoge sus 33 días de iniciación en la religión dogona, y El zorro pálido, su estudio definitivo de esa religión.
Gracias a ellos puede considerarse a la mitología dogona como una historia con tres hilos conductores. El primero es la narrativa del mito en sí. Explica cómo los humanos adquirieron diferentes logros de la civilización como el lenguaje, el tejido, la agricultura o la metalurgia. El segundo profundiza en los esfuerzos de un dios omnipotente llamado Amma y sus intentos por crear el Universo. Y el tercero discute los procesos relativos a la creación de la vida. Lo curioso es que si se toman juntos, estos tres hilos abarcan un cuerpo de temas que encajan en nuestras visiones más modernas de la creación del mundo. Y ahí empezó mi trabajo. ¿Era posible que los dogones, además de la estructura de Sirio, tuvieran otros conocimientos científicos?
Para estudiar esa posibilidad, refresqué mi memoria leyendo artículos en enciclopedias científicas recientes sobre temas básicos afines al mito dogón: la formación del Universo, la estructura de la materia y el proceso de la reproducción humana. No tardé en darme cuenta que los mismos tenían un esquema idéntico (!) al mito de la creación dogona. Con frecuencia, podía llegar a predecir el tema que venía a continuación dentro del mito sólo con seguir leyendo el artículo de la enciclopedia. Aquello, deduje, tenía gato encerrado.

Conocían el átomo
Comencé a explorar el argumento profundo de los relatos dogones que se presentan con abrumadores detalles en El zorro pálido. Había llegado a creer que mucha de la inaccesibilidad de ese estudio antropológico era intencionada y que Germaine Dieterlen había decidido ocultar ciertos detalles de la tradición sacerdotal dogona para no traicionar sus puntos más sagrados.
Pero aunque el estudio del mito en El zorro pálido fue difícil, encontré coherencia en sus símbolos, dibujos y definiciones. Comprender esto me llevó mucho tiempo además de buena suerte: los suyos no eran símbolos al azar surgidos de la llanura africana, sino más bien un sistema pensado para transmitir un mensaje científico concreto. Las claves para desentrañar este mensaje había que buscarlas, por increíble que parezca, en las propiedades y estructura del agua.
Me explicaré: La investigación de los símbolos relativos al agua –por ejemplo, los números 2 y 8 que representan la estructura de sus electrones– me llevó a descripciones y diagramas de símbolos mitológicos que se corresponden en gran medida con la ciencia actual. Los mitos hablaban de un universo informe llamado Huevo de Amma, que se había abierto por un impulso desconocido para formar las galaxias en espiral con estrellas y planetas. Ellos definían el concepto dogón de po, un bloque constructor fundamental parecido al átomo presente en toda la materia. Representaban los niveles descendentes de los componentes de po, como los protones, los neutrones y los electrones y sus componentes constitutivos. Y quizás algo más importante todavía: definían la materia como el producto de hilos vibratorios.
Soy asesor informático y carezco de educación científica, así pues, a medida que las descripciones dogonas comenzaron a incluir detalles más sutiles relacionados con la ciencia, me vi obligado a estudiarla para poder comprenderlas. Leí obras como Una breve historia del tiempo, de Stephen Hawkings, y El universo elegante, de Brian Greene, ambas sobre la teoría de las cuerdas y los cuantos. En última instancia, estas teorías y sus respectivos diagramas respaldaban las descripciones de la mitología dogona.

Paralelismos con Egipto
La siguiente fase de mi estudio fue comparar estas referencias dogonas con las del antiguo Egipto. Una sencilla yuxtaposición de los mitos egipcios y el hilo conductor de los mitos dogones reveló muchas similitudes. El dios egipcio Amen se describía en términos similares al dios dogón Amma. Asimismo, las descripciones del surgimiento de los ocho dioses originales del antiguo Egipto presentaban fuertes paralelismos con los ocho antepasados dogones. Y eso no era todo: sus respectivos lenguajes ocultaban grafismos y significados que tenían una indudable lectura científica. Pero de ciencia de vanguardia.
Veamos: la mitología dogona hace un empleo cuidadoso del lenguaje al describir cada uno de los componentes mitológicos de la materia, definiendo palabras clave para cada concepto importante, muchas con significados duales. Por ejemplo, el po, el equivalente dogón de átomo, es descrito como tal, pero también dice que procede de la palabra raíz que significa comienzo. Los equivalentes dogones de electrones se denominan semillas sene. Rodean al po y se dice que forman un nido. Y aunque resulte increíble, estas palabras, con sus respectivas pronunciaciones y significados, apuntan a un vínculo lingüístico con los jeroglíficos egipcios.
Uno de los distintivos del lenguaje jeroglífico ha sido su habilidad para mantener una forma constante a lo largo de miles de años. Esto supone que si una palabra egipcia cambiaba de significado a lo largo del tiempo, los glifos empleados para escribirla suministraban aún el sentido inmutable original.
Así pues, cada una de las palabras clave empleadas para describir la estructura mitológica dogona de la materia resultó tener claros equivalentes en el lenguaje jeroglífico egipcio –se pronunciaban igual, poseían los mismos significados duales y se escribían con glifos que reproducían los respectivos símbolos dogones–. De este modo pude rastrear una por una estas palabras e interpretar sus significados basados en tres tipos de semejanzas: los glifos, los símbolos dogones y sus respectivos diagramas científicos. Se trata de correspondencias increíbles que nos permiten deducir con certeza la existencia de una base científica en el lenguaje jeroglífico egipcio.
En muchos casos, las palabras dogonas son aún más específicas que sus equivalentes egipcias. Por ejemplo, la palabra Pau –equivalente del po dogón– posee una relación con el átomo poco específica. Pero cuando llegamos a los jeroglíficos empleados para describir cómo se comportan las hebras de la materia, encontramos que están compuestas de glifos que reflejan con exactitud diagramas procedentes ¡de la modernísima teoría de las cuerdas!

Jeroglíficos descifrados
Quien estudie los jeroglíficos egipcios sin recurrir a los mitos dogones tendrá dificultades para relacionar estos significados científicos. Pero incluso cuando consideramos la mitología egipcia en su propio contexto, sin relacionarla con la mitología dogona, encontramos reglas que nos llevan a una comprensión científica de sus palabras. La primera de estas reglas es la que llamo Palabra fuera de lugar, es decir, una frase normal que contiene una palabra sin sentido. Un ejemplo de esto podría ser la frase “los humanos fueron hechos de arcilla”. Nosotros, lectores enterados, nos damos cuenta que para poder creer en esa afirmación tenemos que encontrar un equivalente o sustituto de la palabra “arcilla”. La mitología egipcia nos invita a examinar otras palabras egipcias que suenan como arcilla, en busca de la palabra correcta. Cuando revisamos estas palabras descubrimos una que se pronuncia de forma similar, pero que se escribe con un glifo que se parece a cromosomas y gametos (!), mecanismos biológicos claves para la reproducción. No puede ser una casualidad.
A la siguiente regla la denomino Palabra que sólo cuenta parte de la historia. En este caso, podría haber numerosas palabras egipcias para expresar el mismo concepto, cada una de ellas transmisora de un subconjunto de datos sobre el significado global. Los jeroglifos egipcios que significan “tejer” y “hebra” funcionan así. En la mitología dogona, las hebras se corresponden con las cuerdas vibratorias de la moderna teoría de las cuerdas. Pero estas cuerdas, que son bucles imposibles de distinguir a simple vista, son descritos por los dogones como diagramas espirales. ¿Cómo es posible? ¿Y cómo se explica que entre las palabras egipcias para “hebra”, encontremos una que significa espiral?

La estructura de la materia
Todas estas relaciones forman la espina dorsal de una mitología que encierra una avanzada sabiduría científica.  Un saber tradicional que, sin embargo, incluye detalles sobre el comportamiento de los componentes primarios de la materia según se manifiestan en los niveles más fundamentales. Y aunque prácticamente cualquier elemento de esta estructura es discutible sacado de contexto, cuando se toman todos juntos se observa un sistema claro, independiente y coherente que se suma a la ya conocida sabiduría dogona sobre el sistema estelar de Sirio.
Estoy convencido de que pronto esta clase de estudios exigirán una revisión de nuestras creencias sobre la mitología y su papel en la formación de las primeras civilizaciones. Algunos mitos incluyen detalles formulados por la ciencia que estaban escondidos a la vista, esperando ser descubiertos por una mente despierta.
La cuestión ahora es determinar quién llevó aquella ciencia a dogones y egipcios.

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