El toro, animal sagrado por excelencia, y
simbolizante de la fuerza, la virilidad sexual, la riqueza, el poder, la
fecundidad, el rango social, principal protagonista en rituales
funerarios y de sacrificios, su culto, es decir, la taurolatría, ha
estado presente en varias civilizaciones, donde dando fe de ello, es la
infinidad de sus representaciones gráficas, plásticas y de narrativas
mitológicas que podemos admirar en museos, y si nos dan permiso, en
colecciones particulares, piezas procedentes de Anatolia, Egipto,
Mesopotamia, Cartago, Cerdeña, Chipre, Córcega, Iberia, Grecia, Turquía,
Malta, Roma, Sicilia y en parte del archipiélago balear, donde en
Menorca, el toro es asociado a las enigmáticas taulas ( Ver mi artículo
en Revista Avalon Las enigmáticas Taulas menorquinas, 6 de
septiembre de 2011), y curiosamente, la montaña más alta de esa isla se
denomina El Toro (358 metros) , en cuya cima hay un santuario que tiene
una leyenda de la aparición de una talla mariana gracias a la ayuda de
un toro; aunque a decir verdad, donde se han descubierto más figuras
bóvidas en suelo balear, es en Mallorca, destacando los sarcófagos de
forma tauromorfa en la zona nordeste de la isla, pero, las más conocidas
e importantes son las tres cabezas de toro (en mallorquín caps de bous o braus), en Son Corró, Costitx, datadas en el periodo final de la cultura talayótica ( 500 a.C-123 a.C.).

A principios de 1894, Joan Vallespir, conocido por el
sobrenombre de “Pepepina”, mientras se hallaba realizando labores
rurales en su terreno de Can Gallet, en el predio de Son Corró, halló
varios pilares pétreos, fragmentos cerámicos, cuernos y orejas de bronce
de toro y de cabra, un brazo derecho de 21 cm. de una escultura de
piedra, un cetro rematado por una paloma, una caja cuadrada, colmillos
curvos y afilados de cerdo salvaje, hueso de ganado lanar y de cráneos
humanos, y, quizás, lo más espectacular e importante del descubrimiento,
fueron tres cabezas de toro de bronce.
Una comisión de la Sociedad Arqueológica Lul·liana
(S.A.L.), teniendo conocimiento por la prensa del descubrimiento de
Costitx, el 25 de mayo de ese mismo año se personó en el yacimiento.
Tras un análisis del material hallado, elogiando las testas taurinas,
pudieron comprobar que se trataba de una santuario talayótico, los siete
pilares cilíndricos, de piedra caliza, labrados toscamente, colocados
de forma irregular, medían un metro de altura por término medio, y con
55 a 75 cm. de diámetro, oscilando la distancia entre ellos de 1,20 y 2,
60 m.
El 26 de abril de 1895, la S.A.L , y la Comisión
Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Baleares, visitaron
el yacimiento por segunda vez, viéndose consternados sus delegados al
comprobar que los pilares se había trasladado a otro lugar y el terreno
estaba sembrado de cereales y leguminosas , que había por doquier
infinidad e montones de fragmentos cerámicos sacados al remover la
tierra, y que nuevos pilares descubiertos hacían función de soporte de
un terraplén; el propietario no había hecho caso del ruego que le
hicieron los arqueólogos un año antes que no trastocara nada del
santuario, pero, menos mal, los comisionados tuvieron la precaución en
su primera visita de tomar fotografías y realizar dibujos del estado
original del santuario.
Joan Vallespir, el descubridor, había informado a la
S.A.L. en la tercera visita que realizaron al santuario, el 17 de mayo
de 1895, que si querían adquirir todo el lote de piezas para que no
salieran de Mallorca, tendrían que abonar la cantidad de 3.500 ptas, ya
que tenía varias ofertas de la península y la de un representante del
museo parisino del Louvre. Al no poder obtener sobre su propio peculio,
ese grupo de historiadores solicitaron el dinero a las instituciones
públicas y privadas de la isla, pero todo resulto en vano. Al ver
agotadas todas las posibilidades, una comisión de la sociedad se persono
ante José Ramón Mélida y Alinari, director del Museo Arqueológico
Nacional, en Madrid, al cual le presentaron los dibujos y fotografías
del material hallado en Son Corró. Mélida, ilustre arqueólogo, se quedó
maravillado al ver las fotografías de las tres cabezas de toros, y de
las cuales vio connotaciones heriaticas orientalizantes, diciendo que
eran más perfectas y hermosas que las similares halladas en santuarios
sardos. Semanas después, con motivo de la visita de la reina Isabel II y
su jefe de gobierno, Antonio Canovas del Castillo, el museo organizó
una especial exposición con las mejores piezas de su fondo, y entre las
cuales, había un panel con la documentación aportada por la S.A.L.,
demostrando gran expectación entre los ilustres visitantes , que a
petición del director del museo las adquieran, por el precio fijado por
Joan Vallespir, para el Patrimonio Nacional, y desde entonces se hallan
expuestas en la sala de prehistoria balear de ese museo con los números
de referencia de deposito 18453, 18454, y 18455.

Varias son las hipótesis que se barajan sobre la
procedencia de esas esculturas y el uso que estaban destinadas. Algunos
historiadores opinan que fueron fundidas en la propia isla; en cambio,
otros dicen que pudieran ser, al tener la parte posterior hueca,
mascarones de proa de navíos que asolaban las costas mallorquinas y
capturados por los indígenas; también se cree que eran importados, como
botín de guerra por los famosos honderos baleáricos que participaron
como mercenarios en multitud de campañas bélicas, primero con Cartago, y
después con Roma.
En 1979, el ayuntamiento de Costitx, curiosamente,
esta localidad ha sido la primera en Mallorca que se ha declarado
antitaurina, acordó en una sesión ordinaria solicitar la ayuda del
Govern de les Illes Balears, Consell de Mallorca y resto de los
municipios de la isla, para que el Estado Español devolviera las cabezas
de los toros a su lugar de origen; de nuevo en 1983 y 1986, se volvió
la solicitud del retorno, pero todo resultó en vano, esas piezas, una de
las más importantes de la prehistoria mallorquina, y debido a la falta
de de desinterés de los estamentos oficiales de esa época, se hallan
allende de la isla mayor de las Baleares; solamente hay unas replicas
exactas, fundidas en bronce en 1983, que costaron 200.000 ptas, y que se
hallan en la Casa de Cultura de Costitx.
Hoy en día el santuario de Son Corró presenta un
aspecto radicalmente de cuando fue descubierto. Le faltan los muros que
cerraban el recinto, y los pilares están sobrepuestos en par y de forma
vertical, uniéndolos por un tubo de acero de 5 cm. de diámetro entre
ambos; de todas maneras, vale la pena visitarlo e imaginarnos por unos
momentos, pisando su solar y tocando con nuestras manos esas piedras,
ser parte de esos hombres y mujeres que nacieron, vivieron y murieron
dentro la cultura talayótica, una de las más enigmáticas e influyentes
del Mediterráneo.
Autor: Josep Maria Osma Bosch
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